martes, 8 de septiembre de 2015

Vamos a llamar las cosas por su nombre


Que importante es tener un nombre.





Si os nombro a Frankenstein y a Zelda seguramente lo primero que os vendrá a la cabeza será esto:


Y lo que en realidad os debería venir a la mente es esto otro:


Realmente son dos personajes que no lo van a tener fácil nunca. Uno al menos se llama Link, aunque nadie le llame así, el otro no tiene ni nombre. Uno es valiente, atrevido y aventurero. El otro es un monstruo hecho de pedazos de otros muertos del que todo el mundo huye.

En el libro de "Frankenstein", de Mary Shelley, y más tarde en la película del mismo nombre de 1931 (y posteriores), vimos por primera vez este ser. Nunca tuvo nombre y se referían a él como "el monstruo de Frankenstein", ser demoníaco, engendro, la criatura, horrendo huésped... Y encima era un desgraciado ya que por su aspecto era repudiado hasta por su creador. Total que con semejante panorama, el desequilibrio mental lo lleva a la muerte y destrucción. 

Y digo yo ¿no hubiera sido más fácil ponerle un nombre y darle un abrazo de vez en cuando a la pobre criatura?

Sea como fuere, con el paso del tiempo se ha convertido en un personaje de la "cultura pop" con camisetas propias. Si pudiera relevantar la cabeza de nuevo, tal vez se daría cuenta de que ahora es un ser querido.




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