viernes, 13 de marzo de 2015

At last Sir Terry, we must walk together


Vaya dos semanas más aciagas hemos tenido, camaradas...




La puedes encontrar en: http://www.latostadora.com/web/disconstruction/444199


Vaya dos semanas más aciagas hemos tenido, camaradas. Primero, Leonard Nimoy se va más allá de las estrellas. Y ayer supimos que nos dejaba Terry Pratchett, uno de los escritores de novela fantástica más importantes e influyentes.

Pero Sir Pratchett no era un escritor como los demás del género. Su especialidad era la parodia, afectuosa pero no menos mordaz, de un género que tiende a tomarse a sí mismo demasiado en serio (quizás por el gran peso del legado de Tolkien). Fiel seguidor de la Teoría de la Causalidad Narrativa, es decir, que las cosas pasan porque el argumento dice que deben pasar, sus historias y personajes estaban llenos de historias mil veces explicadas y personajes mil veces encontrados a los que les daba un giro inesperado al considerar con lógica extrema las consecuencias de lo que se narra en los cuentos y los libros de género fantástico. Además, aderezaba sus historias con referencias cruzadas a otras grandes obras de la literatura, el cine, la música o la cultura popular lo que las hacía aún más próximas a sus lectores.

Su creación más conocida es, sin duda alguna, el Mundodisco, un extraño planeta plano y circular que descansa a lomos de cuatro elefantes que reposan sobre el caparazón de la gigantesca tortuga Gran A´Tuin, que viaja por el universo de camino a un destino desconocido (cómo podéis ver en la camiseta que ilustra este artículo). Allí ambientó 40 libros y varias historias cortas, además de algún videojuego y la adaptación en serie de animación o imagen real de alguna de las novelas.

Pero si he de elegir alguna de sus obras (y dejadme decir que considero Mundodisco como el trabajo de un genio), personalmente tengo una querencia particular por “Buenos presagios”, la novela que escribió al alimón con Neil Gaiman (uno de los grandes nombres de la fantasía urbana moderna) en la que un ángel y un demonio intentan detener el Apocalipsis sin saber que el Anticristo fue cambiado al nacer por accidente y se encuentra viviendo una infancia tranquila e idílica en un pueblo de la campiña inglesa.

Terry Pratchett fue un hombre de convicciones firmes y seguro de sus ideas. Cuando le nombraron caballero (el “sir” no es de decoración), se forjó su propia espada con mineral de hierro que él mismo recogió y fundió porque “todo caballero debe tener una espada”. Cuando le diagnosticaron la enfermedad de Alzheimer en 2007 prometió que no se rendiría sin luchar y dijo que sería él quien se llevaría la enfermedad por delante. Desde entonces estuvo haciendo campaña incansablemente para que se permitiese la muerte asistida de enfermos terminales. En medio de todo esto, siguió escribiendo libros. Cuando la enfermedad había avanzado tanto que no podía escribir por sí mismo, se los dictaba a un colaborador (muchas veces su hija Rhianna Pratchett) de manera que en sus últimos años aún conseguía publicar 1 o 2 libros al año. Finalmente, la Muerte, a la que describía en sus libros como una buena persona (DISCULPE CABALLERO, PERO PREFIERO SER DESCRITA COMOREPRESENTACIÓN ANTROPOMÓRFICA”, GRACIAS) con el peor trabajo del universo, se lo llevó el 12 de marzo de 2015.

Terry Pratchett nos deja un legado impresionante de historias y de personajes y quizás también la lección de que no debemos tomarnos a nosotros mismos demasiado en serio. Trajo alegría al mundo a través de sus obras y creo que al final esa es una de las mejores cosas que se pueden decir de alguien cuando se va.

P.D.: El título de este artículo es uno de los tres últimos tweets de su cuenta oficial. Juntos forman el siguiente micro-relato:

Terry took Death’s arm and followed him through the doors and on to the black desert under the endless night.
The End.

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