viernes, 31 de julio de 2015

Cada uno escoge su propio veneno


"El hombre no deja de jugar porque se hace viejo, sino que se hace viejo porque deja de jugar."

George Bernard Shaw



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"El hombre no deja de jugar porque se hace viejo, sino que se hace viejo porque deja de jugar."
George Bernard Shaw

Cuando somos pequeños, el juego ocupa gran parte de nuestras vidas. Tradicionalmente, la sociedad solía esperar que fuéramos dejando ese hábito, cambiándolo por otros más “de provecho”. Es verdad que esto ha cambiado en tiempos recientes, donde los adultos cada vez le dedican más abiertamente tiempo al juego. Pero incluso en esa sociedad tradicional que despreciaba el juego como algo “infantil”, pequeñas muestras de “ludismo” (vaya palabro me acabo de inventar) conseguían sobrevivir hasta la edad adulta. Juegos como el ajedrez, el dominó o las mil variantes de juegos de naipes continuaban siendo formas aceptables de desafiarse uno mismo y a los demás y pasar un buen rato.

Ahora ya no nos preocupamos tanto por ser vistos como “infantiles”. La explosión de la industria del videojuego, la aparición de los juegos de rol, la infinidad de juegos de mesa que se publican al año… todo ello se ha unido a las formas tradicionales de juego para que así todos podamos expresar una necesidad que durante mucho tiempo se ignoró: la necesidad de pasarlo bien y desconectar de nuestros problemas.

Y aunque el juego puede convertirse en algo muy serio (ver por ejemplo las World Series of Poker, o la proliferación de torneos de e-Sports por todo el mundo), millones y millones de personas sólo necesitan unas fichas de colores y un tablero, o unos cuadrados de cartón con dibujos para reunirse con unos amigos y pasarlo bien durante un buen rato.

Cada uno escoge con que divertirse, cada uno escoge su propio veneno. Ya sean jubilados jugando al dominó en el bar del pueblo, o un padre enseñando a su hija a mover el caballo sobre el tablero de ajedrez. Quizás se trate de un ama de casa que monta puzles de 3000 piezas como si fuera lo más fácil del mundo, o un grupo de estudiantes en el bar de la facultad jugándose al mus quién paga las cervezas. No importa, el juego cumple la función de crear cohesión entre diferentes personas y, entendido de forma sana (que de todo hay en este mundo, por desgracia) son una gran manera de apartarse de las preocupaciones y alejar el estrés.

Así que no lo olvidéis, Semper ludens, no dejéis de jugar. Vuestra salud mental os lo agradecerá.

Os dejaré con un vídeo que, aunque centrado en el mundo de los videojuegos, dice una gran verdad sobre el juego en general. Sí, ganar es la hostia. Llegar al final del juego es una gran satisfacción… pero si lo entendemos bien, no jugamos para eso. Jugamos por todo lo que nos pasa antes de llegar al final: todos los desafíos superados, todas las grandes jugadas, todas las remontadas imposibles… eso y poder compartirlo con otros es lo que nos hace disfrutar del juego.


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